miércoles, 20 de junio de 2007

FRENTE POPULAR DARÍO SANTILLÁN


Dos modelos (no tan distintos):
no cuenten con nuestro voto.
Falta poco para la elección definitiva en la Capital Federal, pero apenas ésta termine seguirá el circo electoralero con las nacionales de octubre. Con matices según cuáles sean los candidatos de la oposición y según la realidad electoral en cada provincia, el gobierno insistirá en presentarse, a nivel nacional, como expresión de “un nuevo país que dejó atrás a la década del 90”.
Los resultados de la primera vuelta en la Capital definieron un escenario que el presidente Kirchner siempre anheló: él como expresión de la “centroizquierda”, enfrentado a una fuerza de centroderecha. En la visión kirncherista, “los buenos contra los malos”. Entonces, argumentan desde el poder, dirigiéndose a las organizaciones populares: “no apoyar a Kirchner es hacerle el juego a la derecha”; “a la izquierda del kirchnerismo no hay nada”; “hay que cerrar filas contra Macri” (o después, dirán, contra el que venga).
Sabemos lo que expresa la derecha en nuestro país: un modelo de concentración de la riqueza en pocas manos, desprecio por la soberanía y los recursos naturales, vinculación con lo peor del pasado reciente de entrega del país, exclusión, explotación y represión para el pueblo. Lo sabemos por experiencia propia: las organizaciones de base que integramos el Frente Darío Santillán surgimos en gran medida en los barrios, lugares de trabajo y de estudio, enfrentando las políticas neoliberales, sufrimos por ello la represión y pagamos nuestra decisión de enfrentar las consecuencias de “los 90” con la vida de nuestros compañeros…
Todo esto expresa “la derecha”, nos dicen. En cambio, el gobierno nacional, nos dicen…
Paremos un segundo. No dejemos que nos digan, pensemos nosotros qué expresó hasta ahora el gobierno nacional para las ansias de justicia e igualdad del pueblo:
Si la derecha propone la concentración de las riquezas en pocas manos, en cambio, el “progresismo” de Kirchner… en estos cuatro años garantizó la continuidad de un modelo de acumulación donde multinacionales y empresarios especuladores siguen siendo los principales beneficiarios, aportando al Estado un superávit fiscal y reservas récord que no se destinan a mejorar la situación de los trabajadores y los excluidos…
Mientras la derecha sólo busca sacar ganancias de la explotación de los recursos naturales, en cambio, el “progresismo” kirchnerista… sostiene su “recuperación” económica en base al boom de la soja que empuja la frontera agropecuaria en contra de los pequeños productores que siguen perdiendo sus parcelas, deteriora la tierra con los cultivos transgénicos y herbicidas; y mantiene los privilegios de las petroleras permitiendo que se enriquezcan en base al saqueo de un recurso no renovable…
La derecha que expresa Macri arrastra sus vinculaciones con lo peor de la década de los 90, cierto. En cambio, el kirchnerismo… lo tiene de candidato a Filmus, funcionario del menemista Grosso hasta 1992, y asesor de la ministra menemista Susana Decibe en el período de mayor ofensiva contra la educación pública; y como jefe de Filmus, al cavallista Alberto Fernández. El “progresismo” kirchnerista lleva de candidato-estrella a uno de los mejores pichones de Menem, Daniel Scioli; dará lugar en sus boletas a Quindimil, Otacehé, Soria, y, por si faltaba más, en Salta el Frente Para la Victoria va en alianza con el procesista Partido Renovador Salteño. Tal vez nada de esto extrañe si lo buscamos al propio Kirchner en la década del 90: lo vamos a encontrar como un prolijo gobernador neoliberal, privatizador y desentendido de los “derechos humanos” que compró como discurso después del 2001… O yendo un poco más atrás aún, donde nos vamos a encontrar con un Kirchner dedicado a enriquecerse con negocios personales durante la dictadura, más cerca de algún milico sureño que de un pañuelo blanco.
Por otra parte, la derecha es garantía de explotación para los trabajadores y marginación para las mayorías humildes. En cambio, desde que asumió Kirchner… la distribución del ingreso, lejos de revertirse, continúa su tendencia desigual donde a cada lucha salarial el gobierno le fija un “techo” negociado con los empresarios y los “gordos” de la CGT, para que la curva ascendente de ganancias empresariales no se opaque por culpa de los reclamos de los trabajadores… Y si alguno se sale de la receta, como el año pasado los trabajadores del Hospital Garraham, los ministros “progresistas” hablarán de “terrorismo laboral” o de “delincuentes”, como fueron denominados los maestros santacruceños cuando la sangre de Fuentealba estaba recién derramada…
Pero ojo, porque la derecha cuando se ve amenazada por la movilización popular apela a la represión, ya sabemos… El kirchnerismo, en cambio… sabe que está lejos todavía de sentirse amenazado por la bronca popular, y entonces elige dosificar la represión para que se note menos. Pero aún sin explosión social, qué diferencia puede encontrar el vecino que en busca de una vivienda digna protagonizó alguna de las distintas ocupaciones de tierras reprimidas recientemente, o los trabajadores del Casino flotante apaleados frente al Ministerio de Trabajo, o los docentes santacruceños que se encontraron rodeados por Gendarmes en una provincia que el gobierno nacional militarizó para amenazar a los trabajadores…
Entonces, en estas elecciones, ¿están en juego dos modelos? De ser así, se trata de dos modelos muy parecidos: el kirchnerismo quiere presentarse como una opción “progresista” que domestica con algunas concesiones a los sectores populares, para disputarle a la derecha la representación de la “gobernabilidad” capitalista que seguirá garantizando los privilegios de las clases dominantes y la subordinación del pueblo.
Los sectores populares y la izquierda, sin proyecto político de cara al conjunto de la sociedad
Si bien es notorio el retroceso del 2001 a hoy, el lugar de la movilización sigue siendo ocupado por los sectores populares organizados que mantenemos una posición crítica con el actual gobierno, y la izquierda en general. Tanto los conflictos reivindicativos de los trabajadores, estudiantes, desocupados o vecinos, como los grandes hechos políticos que atañen a los intereses populares (desaparición de Julio López, 24 de marzo, 1º de mayo) siguen encontrando el mayor protagonismo en la movilización de las organizaciones populares y de izquierda.
Si algún dato queda para agregar a la caracterización del kirchnerismo que hacemos más arriba, es la capacidad que tuvo en estos años para desactivar la movilización de las organizaciones que se sumaron a su proyecto; con sus dirigentes enredados en distintas funciones del Estado, estas organizaciones perdieron la capacidad de reclamar por medio de la movilización los intereses de los sectores que representan.
Pero esta presencia en las luchas sociales y las denuncias contra la impunidad y las injusticias que mantenemos los distintos sectores populares y de izquierda, no se proyecta como alternativa política y queda instalada de cara al conjunto de la sociedad la falsa disyuntiva entre “dos modelos” que describimos más arriba.
Desde el Frente Popular Darío Santillán sentimos esta falencia como propia. No creemos que el electoralismo y las viejas prácticas de los partidos de izquierda sean la solución, sino parte del problema. Somos una organización joven y parte de un proyecto en formación, sin más recursos que los que surgen de nuestras organizaciones de base y de nuestro trabajo militante. Pero esto no nos conforma: aspiramos a ser parte de un proyecto anticapitalista y antiimperialista de transformación social, en sintonía con los procesos de cambio que en otras partes del continente vienen protagonizando diversas organizaciones populares en Venezuela, Bolivia, Brasil, México…
Por eso, si bien desconfiamos de los atajos electorales en una etapa como la actual, donde las organizaciones que luchamos por un cambio social no tenemos la fuerza suficiente como para encarnar una propuesta de cambio de cara al conjunto de la sociedad, estamos profundizando un camino de construcción de confianzas con organizaciones hermanas, como las que confluimos en el Encuentro Militante. De la madurez que los distintos sectores populares organizados demostremos para avanzar en la tan pronunciada y poco practicada “unidad”, dependerá que el futuro cercano nos encuentre en mejores condiciones de expresar una alternativa popular para la transformación social.

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