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MONTEVIDEO URUGUAY
Henry Engler, uno de los dirigentes del MLN que fue rehén de la dictadura, envió ayer a la diaria, desde Suecia, una extensa reflexión sobre la cuestión del Nunca Más.
En ella sostiene que le parece “vital llegar a una situación donde la convivencia sin agresiones sea posible en Uruguay, y que se llegue a un acuerdo para que los hechos del pasado no se repitan”, pero acota que “para hablar de ‘nunca más’ deberemos pensar por qué” tantas personas “se convirtieron a fines de los años 60 en ‘sediciosos’”.
Responde que lo hicieron por los mismos motivos que Artigas o Aparicio Saravia. Los uruguayos aprendimos que ellos “se levantaron por causa de la injusticia, de la corrupción, del acomodo, de la entrega del país al extranjero, de la pauperización, de la marginalización de miles de orientales”, alega.
Según Engler, que después de ser liberado optó por no reincorporarse a la dirección del MLN, las protestas populares por los mismos males en los años 60 recibieron como respuesta “una represión virulenta, con muertos dirigida desde la Jefatura de Policía”, y con asesores estadounidenses como Dan Mitrione, quien “enseñó que la manera de disuadir a los ‘comunistas’ que protestaban era la muerte”.
En ese marco, rememora, “la tortura, que consuetudinariamente se aplicaba durante los gobiernos ‘democráticos’ a los presos comunes, se extendió lógicamente a los descontentos políticos”. “Mitrione venía de Brasil, de crear con Fleury los ‘escuadrones de la muerte’ (...). En Montevideo se creó el escuadrón local con integrantes del gobierno democrático (Acosta y Lara), la policía (Campos Hermida, Castiglioni, Panisolo, Bardesio, Macchi, Lucas, etcétera; algún militar (Motto) y los fascistas locales (Sofía y sus compinches). Las primeras desapariciones (Ayala, Castagneto, Filippini ) ocurrieron en plena ‘democracia’ bajo la mano de este equipo”, afirma.
“Filippini fue hallado poco después en la Rambla acribillado a balazos por el ‘comando caza-tupamaros’. Ayala y Castagneto no han aparecido. Me consta que Castagneto descansa en el fondo del Río de la Plata, donde fue arrojado con un bloque de cemento en los pies. Las primeras ejecuciones no vienen de la dictadura sino que ocurrieron en plena ‘democracia’, cuando Zabalza, Salerno y Cultelli fueron ajusticiados después de haber entregado sus armas y levantar las manos”, añade el ex rehén.
“Si no hubiera sido por los muertos estudiantiles (Líber Arce, Susana Pintos, Hugo de los Santos, etcétera) yo no habría decidido ser tupamaro. Sin esas condiciones, no podrían haber existido los tupamaros, porque jamás habrían podido crecer”, asegura.
Su conclusión es que “no se puede hablar de ‘nunca más’ mientras existan condiciones que inciten a reacciones violentas”. “El país estaba podrido hasta los tuétanos. (...) Y como algunos militares eran honestos, pensaron que había que cambiar las cosas. Se asombraron de tanta mentira establecida y llegaron (como en el caso del entonces coronel Trabal) a pensar que las banderas de los tupamaros eran dignas de ser levantadas. Eso le costó la vida. Porque los otros, los que sabían que podían usufructuar el sistema podrido, se quedaron con el poder absoluto.
Así vino el fascismo al Uruguay. No por los Tupamaros. Porque cuando el Ejército decidió violar la Constitución derribando el gobierno que existía, ya nos habían derrotado militarmente”, aduce Engler, que desde hace años desarrolla importantes trabajos en el área de la medicina nuclear.
Entonces los individuos que medraban en la mediocridad encontraron la chance de encaramarse en posiciones que jamás podrían haber ocupado por méritos propios. Esos son los que sostuvieron a la dictadura militar. Los ciudadanos clase ‘A’. Los lacayos. Los que como un corcho flotan hoy infiltrados en sectores de los partidos tradicionales y desde allí reflotan la ‘historia’ fascista, basada en declaraciones arrancadas por la tortura”, sentencia.
“En este país, el primer sinceramiento para que los hechos no se repitan tendría que haber venido de los políticos corruptos” que llevaron a Uruguay “a esta enorme tragedia de la que todavía no podemos salir”. Sin ella,“no habría habido tupamaros (...), los militares habrían seguido tomando mate y grapa en los cuarteles y no se les habría metido en la cabeza que torturar era importante, porque si no, no se obtiene información, y nadie habría desaparecido. Y yo me habría dedicado a la medicina en lugar de terminar como fakir involuntario en la trituradora militar”, comenta.
“¿Cómo podremos decir que las cosas del pasado no van a suceder más? Estas cosas pueden volver a pasar si las condiciones que las generaron se repiten. Esto es lo más espantoso: que otra vez se den condiciones para una rebelión armada. Por eso importa que aparezcan, para reconocer su papel en esta tragedia, los que amasaron sus fortunas con el producto común de la sociedad y se sentaron en los cómodos sillones gubernamentales para robar descaradamente y generar la miseria que todavía mancha la faz del Uruguay”, argumenta.
“Que reconozcan que, sin ellos, el enfrentamiento entre tupamaros y militares no habría ocurrido nunca. Y por ahí estaremos dando el primer paso adelante para que nunca más pase lo que pasó”
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