martes, 5 de junio de 2007

URUGUAY: LA NUEVA POLÍTICA IMPOSITIVA

CONSTANZA MOREIRA (*)
En poco menos de un mes, se comenzará a implementar la nueva política impositiva del gobierno, la reforma tributaria. Más de la tercera parte de la gente no tiene aún opinión formada sobre el tema (31% en la última encuesta de Equipos y 37% en la encuesta de Factum, ambas publicadas en el mes de mayo). El gobierno ha salido a hacer una campaña a favor de la reforma, pero la misma, al menos a nivel del medio de comunicación más masivo de todos --la televisión-- es más campaña que información. No existe una difusión masiva de los dispositivos de la reforma (cómo se aplica y cuándo); las formas de deducir las tasas impositivas en trabajadores y empresarios (la mayoría de la gente ni siquiera tiene claras las franjas ni el mínimo imponible), y menos aun, los impactos que tendrá. Dado que la mayoría de los uruguayos son o jubilados o trabajadores (y una minoría empresarios), resultaría deseable --y es un deber de todo gobierno democrático-- que al menos estos dos grupos poblacionales tuvieran una información clara sobre decisiones que afectarán algo tan básico como sus ingresos. No alcanza con poner un número a disposición, ni una página web (el porcentaje de uruguayos que accederán a la misma es ínfimo); y menos aun, esperar a que pasen por alguna repartición del Estado, que como la DGI, tiene funcionarios a disposición del público.
La pregunta básica que todos se hacen respecto a la reforma es, ¿cuánto me va a costar? (nadie se pregunta: ¿qué voy a ganar con esto?) Y el gobierno, hasta ahora, no parece haberlo explicado suficientemente. La aparición de un aviso en la televisión que anuncia que "los jubilados que ganen hasta doce mil pesos pagarán igual o menos", no es información: es propaganda. Es por ello que las encuestas de opinión muestran un grado de desconcierto considerable con relación al tema.
En diciembre de 2006 y abril de 2007, Factum realizó dos encuestas indagando las opiniones sobre la reforma tributaria. En mayo de 2007, aparecieron además una encuesta de Equipos y una de Cifra. La encuesta de Factum de abril de 2007 muestra que el porcentaje de personas que piensa que la reforma las va a perjudicar (27%) es superior al porcentaje de personas que piensa que la reforma las va a beneficiar (19%). Un 17% no sabe si la reforma lo va a perjudicar o beneficiar y un 37% no ha oído hablar del tema. Estos porcentajes son similares a los que revela la encuesta de Equipos. Según la misma, la tercera parte de los uruguayos (31%) ni siquiera escuchó hablar de la reforma, 47% no sabe cómo afectará al país, 55% no sabe cómo lo afectará personalmente, y 54% no sabe cómo afectará a las empresas. Al igual que en la encuesta de Factum, esta encuesta revela que entre aquellos que tienen opinión sobre la reforma, son más los que piensan que los va a perjudicar (25%) que los que piensan que los va a beneficiar (17%).
Además del estado de la opinión pública, hoy existen mediciones sobre cómo ésta ha ido evolucionando: a medida que se acerca el plazo de su entrada en vigor: la percepción tiende a ser negativa. También las opiniones cambiarán hacia futuro, siguiendo dos etapas que marcarán su implementación. Una, más o menos inmediata, se va a sentir con los sueldos y jubilaciones que la gente cobre en agosto. La segunda etapa estará dada hacia fin de año y principios del año que viene, cuando los uruguayos se vean obligados a hacer la liquidación anual de los ingresos habidos. Para mucha gente, incluyendo los pequeños empresarios, supondrá un gasto adicional, ya que deberán contratar a alguien para que les haga la liquidación. Implicará además, un cambio en la forma de cálculo de los ingresos (que en el Uruguay es mensual y no anual). Pero a esa altura, ya van a estar todos más o menos acostumbrados.
El gran problema de reformas de este tipo es que no tienen claros ganadores (y es por eso que el mensaje "si Ud. tiene una jubilación de hasta doce mil pesos pagará igual o menos que antes", no concita el entusiasmo de nadie) pero sí tienen perdedores "netos". Para todos aquellos que perciban ingresos individuales que superen los veinticinco mil pesos, la reforma significará un descuento neto. Sabemos que las principales fuentes de preocupación en el Uruguay son los bajos ingresos y la falta de empleo: por consiguiente, cualquier reducción percibida en los ingresos tendrá un impacto negativo ampliado sobre la opinión de aquellos que sienten que pierden (ellos o sus familiares).
El gobierno y el MEF, conscientes de estos problemas, han tratado de resaltar los aspectos positivos de la reforma.
Uno de ellos, y sobre esto ya ha empezado a hacer propaganda el gobierno, es la rebaja de las tarifas públicas y del IVA a los artículos de primera necesidad. Además, se sugiere que podrían bajar algunos precios luego de implementada la reforma. Sin duda son aspectos positivos y merecen ser resaltados, pero no parecen compensar los costos percibidos de la reforma. La rebaja de las tarifas públicas, al menos en las magnitudes anunciadas, no tendrán mayor impacto en la opinión pública. La posible baja de los precios (algo que se verá en agosto) no es muy predecible con los datos actuales y, por consiguiente, ni siquiera el gobierno es capaz de generar un clima de certidumbre mínima respecto a esto. Pero lo más importante es que la gente percibe que al "impuestazo" de un IVA del 23% se agrega el "impuestazo" a los ingresos que, a diferencia del ya antipático IRP (Impuesto a las Retribuciones Personales), ahora también se aplica a los jubilados. Inevitablemente, sin una rebaja sustancial del IVA, el IRPF sólo puede leerse como un impuesto "más" y no como una modificación sustancial de la política tributaria. La propaganda que muestra la rebaja de cuatro puntos porcentuales en el IVA a los artículos de primera necesidad, no mitiga la sensación de que un impuesto se superpone con otro. Así, lo que la oposición no ha dejado de resaltar es que el Impuesto a la Renta es "disimuladamente" un Impuesto a las Retribuciones Personales. Por más que el gobierno diga que el IRPF es mejor que el IRP más el Cofis, lo cierto es que todos sabemos que el IRP y el Cofis son inventos recientes.
Por consiguiente, estos beneficios serán muy difusos, y las cargas para cierta porción de la población, muy evidente. La reforma no tendrá el apoyo "desde abajo" esperado (porque el hecho de "no pagar más" que lo que se paga ahora no constituye un beneficio en absoluto), y sí enfrentará resistencias "desde arriba", sea que este "arriba" lo constituya menos del 20% de los hogares (según el gobierno), o más de la cuarta parte (según la oposición). Este sector, por otra parte, e independientemente de su peso numérico, tiene una gran capacidad de influencia sobre la opinión pública y puede volcar la balanza en contra de la reforma. Hasta aquí, hay una síntesis sobre los diagnósticos más recientes que se han hecho sobre el impacto de la reforma en la opinión pública.
Sin embargo, hay un argumento poco considerado, y que jugará a favor de la reforma o, por lo menos, mitigará la resistencia a la misma. Volvamos a los datos de la encuesta de Equipos Mori. Según esta encuesta, son más los que piensan que la reforma los perjudicará que aquellos que piensan que los beneficiará. Pero también según esta encuesta, son más los que piensan que la reforma beneficiará al país (29%), que los que piensan que lo perjudicará (24%). Esta asimetría de opiniones entre lo que los uruguayos piensan que es su "situación personal" y la "situación del país" se manifiesta en otras dimensiones de la opinión pública. Para una buena parte de los que efectivamente serán perjudicados por la reforma, esta debe aceptarse porque es "positiva para el país". Entre los frentistas, 41% piensan que la reforma beneficiará al país. Existen teorías que explican esta asimetría entre "lo que me sirve a mí" y "lo que le sirve al país". Según estas teorías, los ciudadanos pueden ser más "egocéntricos" o "sociocéntricos". Los "egocéntricos" tienden a pensar que lo que les sirve a ellos le sirve a toda la sociedad (es el lema de que "lo que haces por ti lo haces por tu patria"). Sin embargo, los "sociocéntricos" (y buena parte de la clase media uruguaya adolece de este síndrome), son capaces de sacrificios: aunque les perjudique personalmente. Un frentista diría "era esto en lo que creíamos". El clima de opinión de la reforma tributaria dependerá de todos estos factores: el sociocentrismo de las clases medias, especialmente de las frentistas, la secuencialidad de la misma, que creará estados de opinión distintos a medida que la reforma avance, y el desempeño de otras variables de la economía, especialmente el salario real, el desempleo, y la evolución de los precios. *
* Politóloga. Universidad de la República. Esta columna fue escrita desde 1999 por Hugo Cores. Ante la ausencia notoria de su pluma, le hemos solicitado a Constanza Moreira, como homenaje y aporte, ocupar este espacio durante el corriente año

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