martes, 5 de junio de 2007

LA BOTNIA DE LOS ANDES


EL POLEMICO Y MILLONARIO PROYECTO MINERO EN LA FRONTERA ARGENTINO-CHILENA
La Botnia de los Andes
En San Juan, este año comenzará la construcción del primer yacimiento binacional, Pascua Lama, apoyado por ambos gobiernos pero criticado por pobladores de los dos lados. Utilizará diecisiete camiones con cianuro por mes. Radiografía del emprendimiento más polémico de Sudamérica.

Subnotas
Inversión y exportación
El tercer país
Por Darío Aranda
Desde Tudcum y Jáchal, San Juan
“Más grande y contaminante que tres plantas de celulosa juntas.” Es la definición de organizaciones sociales, comunidades campesinas y entidades ambientalistas que cuestionan el proyecto minero de oro y plata Pascua Lama, de la empresa canadiense Barrick Gold, que en septiembre próximo comenzará a construirse en plena Cordillera de los Andes, parte en Chile y parte en Argentina. A diferencia de lo sucedido con las pasteras, ambos gobiernos apoyan, y defienden, el emprendimiento. Y las comunidades –de ambos países– se oponen a la instalación. El megaproyecto, publicitado como el mayor yacimiento de la región, cuenta con reservas por 20.000 millones de dólares (dos veces la deuda externa que se pagó al FMI), utilizará 17 camiones con cianuro por mes, usará 370 litros de agua por segundo –en una zona semidesértica–, 200 camiones de explosivos al mes y detonarán 45.000 toneladas de roca por día. Además de la magnitud del emprendimiento, y las acusaciones de contaminación, Pascua Lama será el primer yacimiento en zona limítrofe –ambos gobiernos crearon, en la década pasada, una ley que permite una zona franca minera–, puntapié para que una decena de empresas exploten montañas a lo largo de los 5000 kilómetros de cordillera.
Riquezas, cianuro y drenajes ácidos
A mediados del siglo XIX, San Juan comenzó la explotación minera artesanal, con gran cantidad de hombres que se internaban, pico en mano, en las galerías en busca del oro. La industria subsistió hasta las primeras décadas del siglo XX y resucitó ahora, impulsada por la clase dirigente y encabezada por el gobernador José Luis Gioja, pero utilizando otros métodos: megaproyectos con gran uso de explosivos, maquinarias sofisticadas, sopas químicas para extracción del mineral, grandes cantidades de agua y acusaciones de contaminación.
En la actualidad, San Juan cuenta con cinco proyectos mineros: tres en estudio (Pachón, Casposo y Gualcamayo), uno en plena producción desde 2005 (Veladero, también de la empresa Barrick) y otro a punto de construirse: Pascua Lama, señalado por impulsores y detractores como el proyecto minero más ambicioso de América: con reservas de 528 toneladas de oro (11.211 millones de dólares) y 21.400 toneladas de plata (8991 millones de dólares), será el de mayor envergadura, tendrá una vida útil de 23 años, para la instalación se requerirán 2400 millones de dólares y en su construcción trabajarán 5500 obreros. Y, por sobre todo, será la primera vez que una empresa minera se instale en la frontera entre dos países –en plena cordillera–, con legislación especial (ver aparte) y que será el puntapié para la radicación de una decena de proyectos a lo largo de todo el cordón de los Andes.
“El primer proyecto mundial entre dos países”, se ufana la canadiense Barrick Gold, que rechazó hablar con Página/12 para esta nota. Ya cuenta con aprobación de ambos países, se ubicará muy cerca del yacimiento Veladero, en el noroeste de San Juan y, de lado chileno en el Valle de Huasco, en la Tercera Región. La compañía construirá una verdadera ciudad de lujo a 5000 metros de altura: un hotel para 2000 personas, televisión satelital, salones de juegos, gimnasio, canchas de fútbol, voley y básquetbol, un hospital y hasta un cine en las alturas.
Aunque el 75 por ciento del mineral se encuentra del lado chileno, se construirán en Argentina los epicentros de la posible contaminación: la planta de procesos (donde las rocas se muelen, con enormes cantidades de polvo liberadas al aire) y el “dique de colas”, una gigantesca pileta, de 420 hectáreas y de 200 metros de profundidad, que cumplirá la función de basurero químico. Allí se depositarán, según cifras de la misma empresa, hasta 257 millones de toneladas de basura química. Además de los gases que emana, estos diques pueden sufrir roturas, con filtraciones subterráneas que terminan en arroyos y ríos. “Imagínese ese enorme piletón con basura química filtrando en la cordillera, donde nacen todos los ríos que nos alimentan de agua y que permanecerá allí por siempre, más allá de cuando se vaya la Barrick. Además, todo en una zona de movimientos sísmicos, con dos devastadores terremotos en los últimos sesenta años”, lamenta Leonardo Fernández, de la organización campesina Asociación de Familias Rurales del Norte Jachalero.
El oro y la plata se encuentran diseminados en grandes extensiones de suelo. Se utiliza un proceso de extracción llamado “a cielo abierto”, donde se dinamitan las montañas, millones de toneladas de roca se trituran y se crea una gigantesca olla de diez kilómetros de diámetro y hasta diez cuadras de profundidad. Explotan las paredes de ese hoyo y las rocas resultantes las transportan a trituración. Donde se obtienen piedras de, máximo, tres centímetros. De allí a una pileta donde se rocía con una solución de agua y cianuro (uno de los elementos más cuestionados y contaminantes). El químico extrae el oro y la plata de la roca. La sopa química resultante nunca se puede reciclar en su totalidad.
Los puntos polémicos: las enormes cantidades de polvo en suspensión que permanecerán en la atmósfera y que aceleran la producción natural de sulfuros, que en contacto con el aire y el agua producen drenajes ácidos, con su contaminación a cuestas. Desde la Asamblea de Esquel (pionera en la lucha contra este tipo de emprendimientos), detallan: “El drenaje ácido subsistirá por cientos de años, moviliza metales pesados que contaminan las aguas superficiales y subterráneas”.
Otro gran cuestionamiento hace eje en el cianuro. Según la ONG chilena Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales (OLCA), especializada en la problemática minera, en Pascua Lama se utilizarán 17 camiones con cianuro por mes. “La intoxicación aguda con cianuro puede terminar con la muerte. Es una sustancia altamente tóxica y hay casos de derrames en la industria minera”, explicó César Padilla, coordinador ejecutivo del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina, con sede en Bolivia, y coautor del Exilio del Cóndor, un minucioso estudio sobre Pascua Lama.
La agricultura y el oro azul
Dos horas de micro y 155 kilómetros separan a Jáchal de la capital sanjuanina. Es la ciudad más cercana a Veladero y también será cercana a Pascua Lama. Aquí viven 21 mil personas, pero es hora de siesta y la calle está desierta. En la plaza principal, frente a la iglesia, se deja ver un extraño monumento a la olla. Recuerda el 19 y 20 de diciembre de 2001 y advierte a los funcionarios que “la historia se puede repetir”. Aquí la movilización popular obligó a renunciar a un intendente acusado de corrupción.
Leo Fernández y Ana Medina se mudaron a Jáchal hace tres años. Y hace cuatro meses nació Camila, su primera hija. Los tres –remarcan que los tres– integran la Asociación de Familias Rurales del Norte Jachalero, conformada por pequeños trabajadores del campo sin tierra, que alquilan desde hace décadas entre una y tres hectáreas para poder subsistir con la siembra y cosecha de cebolla, principal producto de la zona. Además de la falta de tierra y opciones de trabajo, los campesinos señalan un tercer mal: la falta de agua. Y apuntan a un responsable. “Papá vivió toda la vida aquí, siempre sembró cebolla y nunca le ha faltado el agua. El (río) Jáchal siempre trajo agua para todos, pero ahora no. Mire usted, coincide con la llegada de la Barrick y, qué casualidad, la Barrick saca su agua cerquita de donde nace el Jáchal”, ironiza Daniela Mallea de 30 años, alta, delgada, trabajadora desocupada que vive en un paraje rural a 16 kilómetros de Jáchal.
Por la escasez de agua sufren cortes programados de riego, siete días con agua, siete días con cortes. Por ley provincial, el orden de prioridad es lógico: consumo humano, producción agropecuaria y, por último, la industria. Pero en Jáchal el orden se invierte: primero cortan al agro, luego a los habitantes y nunca a la industria. “A nosotros nos dejan sin agua y a la Barrick no le cortan nunca. Ellos en un día chupan más agua que todo el pueblo y nunca les cortan. Imagínese lo que será con la nueva mina”, reclama Segundo Luján, también pequeño productor de cebolla.
Según datos de la misma empresa, Pascua Lama utilizará 370 litros de agua por segundo, 22.000 litros por minuto, más de un millón de litros de agua por hora. Un dato, entre curioso y de humor negro: los habitantes de Jáchal pagan un canon al Departamento de Hidráulica (dependiente de la provincia), pero Barrick no paga por el agua.
Además de la cantidad, la calidad del agua también es cuestionada. Las Madres Jachaleras, entidad pionera en oponerse a la minería en la provincia, aporta estudios: el agua pasó de tener 69 miligramos de arsénico por litro a tener 120 miligramos. Muy por encima de lo permitido. La minería a gran escala también es acusada de atentar contra otras formas de desarrollo (agricultura, cría de animales, turismo), ya sea por la contaminación que produce o por el agua que utiliza y deja sin recursos a las otras cadenas productivas. No es casualidad que el movimiento opositor a Pascua Lama sea tan amplio como heterogéneo: además de comunidades campesinas y organizaciones ambientalistas, incluye a partidos políticos de izquierda, grupos de trabajadores desocupados, estudiantes, comunidades indígenas, vecinos autoconvocados, la Federación de Viñateros y empresarios turísticos. “El enemigo es muy grande y la contaminación que se producirá es irreversible. ¿A quién venderemos vino si está sospechado de contaminación?”, grafican los viñateros de Calingasta, una localidad a 190 kilómetros del yacimiento. En Chile la resistencia no es menor: ONG, la Iglesia Católica, organizaciones ambientalistas, comunidades indígenas y un millar de productores agropecuarios también están movilizados en defensa del Valle de Huasco y de las aguas que bajan de la cordillera.
Muchos de esos actores proponen consultas populares para que las poblaciones decidan qué tipo de desarrollo prefieren (como sucedió en Esquel, Chubut, donde la población votó contra un emprendimiento minero). El único gobierno local que aceptó la propuesta fue el de Calingasta, zona de tradición agrícola. Adolfo Ibazeta, el intendente, propuso tres veces –en 2005, 2006 y en abril pasado– una consulta popular (el eje era la utilización y transporte de sustancias peligrosas en la región). Las tres veces el Tribunal Electoral (integrado por aliados del gobernador Gioja) vetó el llamado a votación.
Frontera minera
Casas bajas, humildes y blancas, castigadas por los años y el viento zonda. Un asfalto gris como calle principal, con plátanos y sauces en ambas veredas. Precordillera al oeste, clima desértico. Sol impiadoso durante el día, frío helado por la noche. Rostros curtidos, sonrisas amables de bienvenida. Todos saben que hay “gente de afuera”. Se trata del paraje llamado Tudcum (Por donde cae el agua, en idioma ancestral), un pueblo de 890 habitantes, en el departamento de Iglesia, noroeste sanjuanino, el último poblado antes de ingresar a territorio minero. El único camino que existe hacia Chile cuenta con barrera y guardias de Barrick Gold. Aunque la frontera de Argentina esté a 150 kilómetros, la empresa figura como dueña del camino y de todo lo que existe entre el puesto de control minero y la cordillera; entre Tudcum y Chile todo es, como advierten los carteles de la empresa, “territorio privado minero”. Nadie pasa, y nadie ingresa, sin el permiso de Barrick. “Es como otro país. Hasta la Gendarmería hace guardia para ellos”, explica Leonardo Fernández, de la Asociación de Familias Rurales del Norte Jachalero, guía ocasional en la recorrida.
Rodolfo Quilpatay es nacido y criado en Tudcum. Pero nadie la conoce por su nombre, para todos es El Mota, el carpintero del pueblo y uno de los “locos” que no quiere a la Barrick y, más loco aún, se anima a decirlo.
–¿Cómo es trabajar para la minera?
–Para lo que es el pueblo, pagan más o menos bien. Unos 2000 pesos. Pero ojo, eh, son catorce días allá arriba (en la cordillera), en el día 15 recién bajan a la casa. Hay que dejar a la familia y arruinarse la salud allá arriba. Muchos aguantan sólo un tiempo, el frío arruina esqueletos, eh. A mí me dicen loco, pero déjeme con mi carpintería, a nadie hago mal y a nadie contamino.
Las calles de Tudcum están saturadas de enormes tachos de basura. Son de madera barnizada y tienen frases que pregonan el cuidado del ambiente. Al pie de la consigna, uno de sus impulsores: Parques Nacionales. Del lado de atrás, figura su otro financiante: “Barrick. Minería Responsable”.
Extraña sociedad, dicen algunos. Pero otros explican una relación más extraña: Pascua Lama se encuentra próxima a la Reserva de Biosfera San Guillermo (protegida por la Unesco, organismo científico, cultural y educativo de la ONU) y del Parque Nacional San Guillermo. Organizaciones ambientalistas advierten el riesgo que corre la zona protegida. Pero la empresa y la provincia aseguran que están fuera de la zona de trabajo y desmienten cualquier riesgo. “Los glaciares enclavados en San Guillermo son ‘fábricas de agua’, regulan el escurrimiento que forma los ríos Cura y Jáchal, únicos suministros de riego y agua potable que reciben los delicados cultivos del desierto sanjuanino”, resalta el informe “Los secretos sucios de Barrick”, una investigación de organizaciones sociales de Argentina, Australia, Canadá, Chile y Perú sobre el accionar de la empresa en el mundo.
–¿Cuál es el uso de oro que se extrae de este tipo de yacimientos? –preguntó Página/12.
–El 80 por ciento de ese oro es utilizado para objetos suntuosos, alhajas y joyas.
Explica César Padilla, coordinador del Observatorio de Conflictos Mineros de América latina. Y también específica las diferencias entre yacimientos mineros y las plantas de celulosa: “Las pasteras cierran, se van y la contaminación disminuye porque esa contaminación es producto del proceso. En la minería se sigue contaminando por siglos sólo por la sola existencia del enorme cráter de la mina, productor de arsénico, acidez de agua y otros metales pesados. El agua es la más afectada en ambas actividades, pero hay diferencias: en las pasteras, el río es fuente inagotable. Mientras que en las montañas el agua se agota con la desaparición de los glaciares”.
El Mota, el carpintero de Tudcum, asegura no saber de química, geología, economía ni medio ambiente, pero, mientras lija lo que será una puerta, sonríe y resume: “El oro no me lo puedo comer. Pero sin agua seguro no puedo vivir. Hasta un loco sabe qué tenemos que cuidar”.

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